Una décima de segundo

En el bar

– Y cuando me di cuenta, pummmm, ya se había acabao
– A mí me ha pasao también alguna que otra vez. Pero, a ver, dime, si tuvieras que elegir, ¿con qué sentido podrías no vivir? Es decir, si tuvieras que prescindir de un sent…
– Sí. Te he entendido
– Jajaj pues eso
– No lo sé. Para mí es más interesante saber qué sentido me estoy perdiendo
– ¿Ehhh? Desarróllalo

Álvaro cogió la cerveza y le dio un buche. Las pausas dramáticas eran lo suyo. Intentó contestar al tiempo que el líquido bajaba por su garganta, como si la respuesta hubiera decidido subir por la escalera viendo que el ascensor no llegaba. De repente, Álvaro empezó a toser con el cuello girado hacia un lado, tapándose la boca con la mano.

– Te he dicho que lo desarrollaras, no que lo tiraras
– Un momento

Álvaro le dio otro buche a la cerveza mientras Antonio miraba el móvil.

– Ehhh, illo – tosió dos veces mientras se regalaba un golpecito blando en la espalda -. Ojú, se me ha ido pa otro lao
– Casi no lo cuentas, eh
– Casi. Me voy a tener que pedir otra, que esta cerveza me está haciendo la vida imposible
– Yo pido ahora. ¿Otra cerveza grande?
– Sí. Bueno, pídeme una Voll-Damm mejor
– Va, ahora vengo

Antonio hizo el ademán de coger el vaso de Álvaro y este lo retiró rápidamente.

– Qué coraje me da que los camarero se lleven la cerveza cuando le queda un poquito
– ¿Tengo pinta yo de camarero?

Álvaro levantó la mano mientras apuraba el vaso.

– No te aguanto, ehh
– Ahora sí

Antonio recogió ambos vasos y los juntó haciendo pinza con los dedos.

– Espera. Toma el dinero
– Ahora me lo das

Álvaro sacó el móvil mientras tosía levemente. Guardó el móvil al comprobar que no tenía ninguna notificación. La terraza del bar se sentía cada vez más bulliciosa. Levantó la vista y vio a un grupo de chicas alrededor de una mesa llena de vasos y restos de paquetes de patatas.

– ¿Está libre?
– ¿Eh?
– La silla, ¿la puedo coger?
– Ahhhh, sí, sí. No, no. Esa está ocupada, lo siento, pero esta de aquí sí la puedes coger. Aunque, bueno, dará igual. Venga, coge esa, sí, ¿dará lo mismo?

La chica soltó una pequeña carcajada. El espíritu de Antonio Ozores se había apoderado de cada gramo de su cuerpo. Intentaba observarla, pero no era capaz de aguantarle la mirada. El primer bosquejo indicaba que estaba ante una belleza inasumible.

– Si quieres también el servilletero…
– No, no, jaja no me hace falta. Gracias

«Si quieres también el servilletero». La maldita frase se le quedó dando vueltas por la cabeza como una hormiga recorriendo un pretzel a toda prisa.

– Las Voll-Damn estaban calientes. Te he traído un sumito
– Déjalo ahí

Álvaro se quedó en silencio durante varios segundos.

– No ha sido la mejor broma del mundo, pero si me vas a dar una réplica, se te ha pasao el tiempo hace un año
– Acabo de ofrecerle el servilletero a una chavala
– ¿Qué?
– En la mesa de al lao. No mires. Ha llegao ahora mismo un grupito de niñas, y la más guapa se ha acercao y me ha pedío una silla
– Esto se pone interesante
– Pero me he liao un poco y, sin darme cuenta, le he ofrecío el servilletero. Así, por la cara
– Jajaja Diosss. Estás amamonao, de verdad. ¿Qué te ha dicho?
– ¿Qué me va a decir, cojones? «No, gracias»
– Bueno, illo, lo has intentao. Hoy vas a dormir tranquilo sabiendo que has hecho todo lo que estaba en tus manos
– Me cago en sus muerto. Lo peor es que me ha sonreío y to
– Pura cortesía, no te emociones
– No sé, es la que tiene un pendiente en la nariz y otro en el labio. Mírala de escaqueo

Antonio se giró antes de que terminara la frase. La chavala miró en la dirección de su mesa y sonrió. Antonio se giró rápidamente y susurró en voz alta:

– Illooooooooo, está más esquisssa que tú
– Buá. Ya no voy a poder beber tranquilo. Ahora estará pensando que soy idiota
– Ji, seguro. No tendrá otra cosa que hacer que pensar en ti. No sé si te has dao cuenta, pero me ha sonreío sin pudor alguno
– Vamos a ver, Antonio, ¿de verdad crees que te ha sonreío a ti con esa cara que tienes? Dos veces en un minuto, no digo más ná
– En fin, que nos perdemos, que antes estábamos hablando y te pusiste a toser. Parecía que ibas a decir algo interesante
– Seguramente
– Algo de los sentidos
– Sí, eso, que prefiero pensar en qué sentidos más hay, aparte de los cinco que conocemos
– Bueno, y el sexto sentido
– Eso, el niño que veía a Bruce Willis
– Que no estaba muerto, que no
– Que estaba TOMANDO CAÑAS, LERELELELE – cantaron al unísono, a viva voz

Ambos alzaron los vasos y brindaron con tal efusividad que la cerveza salió disparada en todas direcciones. Especialmente en una dirección.

– Pero ¿qué coño?
– Antonio, vaya la que has liao. Perdona, eh, no se cómo… ha sido sin querer.
– ¿Cómo que Antonio?
– Hemos brindao y con la emoción… ¿te ha caío mucho?
– Joder, tío, vaya tela, ehhh. ¿Qué coño hacéis? Mira cómo me habéis puesto
– Lo siento mucho, de verdad
– Mira el pantalón, tía. Bufff, que lo estoy estrenando hoy
– Un segundo, espera. Date con esta servilleta

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